Acerca del Archivo Agrupación de Plásticos Jóvenes
La Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ)
1979-1987
Durante los primeros años de la dictadura cívico militar en Chile, colectivos, agrupaciones, coordinadoras y brigadas artísticas se multiplicaron contraviniendo el impacto del Golpe de Estado sobre las instituciones culturales, el cierre del espacio público, el quiebre del tejido social y la censura sobre los medios de comunicación.
La Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) formada en 1979 fue uno de los grupos de mayor duración en este contexto, con una actividad prolífica, de obra muy diversa y con un modo de organización asamblearia en la que participaron artistas, estudiantes y trabajadores de la cultura.
Inicialmente constituida a partir del llamado impulsado por dos ex estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, Havilio Pérez y Hugo Sepúlveda, al poco tiempo se sumaron jóvenes artistas y estudiantes provenientes de de otras universidades así como de espacios no académicos. La APJ desde un comienzo fue concebida como un espacio amplio de posicionamiento y creación artística colectiva así como de articulación con organizaciones opositoras al régimen. Esta apertura permitió que a lo largo de sus 8 años de existencia, participaran más de 500 integrantes que fueron rotando y quienes a su vez pertenecían a distintas generaciones, militancias y trayectorias artísticas.
Entre los integrantes más activos la APJ están Havilio Pérez, Alberto Días Parra, Víctor Hugo Codoceo, Hugo Sepúlveda, Sonia de los Reyes, Cucho Márquez, Mario Risseti, Iván Godoy, Ana María Cisternas, Evelyn Fuchs, Claudia Winther, Janet Toro, Patricio Rueda y Leonardo Infante.
Sus asambleas periódicas son recordadas como instancias no solo de coordinación y elaboración conjunta, sino también de aprendizaje e incluso de formación paralela a la académica en un contexto donde las universidades estaban siendo intervenidas con rectores designados, estudiantes expulsados y docentes exonerados/as. En ellas, planificaban sus próximas intervenciones, recibían las solicitudes e invitaciones de otras organizaciones y libraron extensas discusiones sobre el lugar de la práctica artística como un ejercicio de resistencia. Como parte de su actividad común definieron cuatro líneas de trabajo: muralista, gráfica, escenografías y acciones de arte en el espacio público a las que llamaron acciones directas. El método APJ consistía en repartirse en grupos que se hacían cargo de manera puntual de la preparación y creación de cada intervención, las que luego presentaban al resto de la Agrupación durante la asamblea. Esta forma descentralizada de acción colectiva con equipos que se formaban y reformulaban en función de acciones y tareas que asumieran contingentemente, explica la heterogeneidad y multiplicidad de la obra de la APJ. A esto se suma, que en la mayoría de los casos, quienes participaban fueron transitando por las diferentes líneas de acción y con ello fueran trasladando recursos técnicos y estéticos de un medio a otro. Hemos acuñado la figura de desbordes gráficos para referir a intervenciones realizadas directo muros y veredas donde recurrieron a formas y operaciones gráficas, algo similar ocurre con aquellos traslados en el diseño de escenografías, a lo que hemos llamado ejercicios esceno-gráficos.
Respecto al campo artístico circundante, la APJ mantuvo lazos con distintos espacios y talleres artísticos, pero sostuvo una posición crítica frente al oficialismo del mundo del arte y con quienes, incluso desde una práctica crítica en el arte, se distanciaron de los sectores populares. La APJ participó en algunas exposiciones colectivas del circuito artístico y cultural alternativo de Santiago como los homenajes a Santiago Nattino en la Galería Bucci, el Encuentro de Creadores Jóvenes en el Centro Cultural Mapocho y la exposición 3 Plásticos Jóvenes en el Taller 666. No obstante ello, asumieron siempre como su principal espacio de despliegue el mundo social: concentraciones públicas en las calles, actividades sindicales, encuentros en sedes vecinales, marchas y actos culturales en poblaciones de la periferia de la ciudad.
Una de sus principales líneas de acción fue la gráfica, a partir de lo cual no solo produjeron decenas de afiches sino también participaron muy activamente de un entramado cómplice que atravesaba el mundo político, social y cultural de la oposición. En ello, una de sus principales tareas fue la difusión de talleres populares, peñas, actos culturales, obras de teatro, recitales alternativos y otras tantas formas de interferencia al discurso del apagón cultural, las que iluminaron a pequeña escala y, como diría Pasolini, cual luciérnagas, la oscuridad político-cultural imperante. El pulso de la protesta fue otra de sus principales preocupaciones. Buscaron responder con premura a las solicitudes de diferentes organizaciones sociales y organismos de DDDHH que requerían afiches para convocar a paros, huelgas, manifestaciones y realizar denuncias frente a los asesinatos, desapariciones y la represión dictatorial. Una gráfica en marcha, urgente y cómplice con el entramado de resistencia. A partir de esta misma premura, fue que concibieron los afiches abiertos, carteles inconclusos con espacio para que el texto fuese completado posteriormente en el momento de su uso, multiplicando con ello la vigencia y las posibles aplicaciones de sus gráficas. La continua realización de piezas que contravenían las versiones oficialistas de la prensa autorizada, los llevó a la creación de obras gráficas que interpelaron los montajes mediáticos y las políticas de veto y censura en ejercicios de contrainformación donde citaron la visualidad de las portadas de periódicos y revistas. Junto con ello, otras estrategias críticas aparecen en la serie de afiches donde trabajan con el contorno de la bandera, que contraviniendo la apología marcial y nacionalista del régimen, fue ocupada para asociarla precisamente a aquello que estaba siendo expulsado de su idea de nación.
En la APJ, la memoria asumida como una disputa al olvido se observa en la inmensa cantidad de afiches y acciones directas que reinvindican y rinden homenaje a quienes fueron apresados, desaparecidos y ejecutados durante este periodo. Contramemorias visuales que existieron a contrapelo de los relatos autorizados en el contexto dictatorial. Algo similar sucede con la práctica muralista, que si bien es rescatada, dando así continuidad a una tradición del brigadismo local, es llevada por la APJ al interior de espacios comunes: se trata de murales pintados en sindicatos, juntas de vecinos, universidades, oficinas de DDHH y también al interior de poblaciones históricas de lucha social. Murales internos, que dan una continuidad al muralismo en formatos menos monumentales y más cercanos a los espacios de espera, de cuidado y seguridad.
La multiplicidad de acciones colectivas realizadas y la inmersión profunda en su presente, los llevó vincularse con una amplia red de espacios y grupos de distinta escala en donde entramaron sus prácticas junto a la Unión Nacional por la Cultural (UNAC), el Coordinador Cultural y el Coordinador de Gremios del Arte (CGA), con agrupaciones de DDHH en especial el CODEPU (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) y la AFFEP (Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos), sindicatos y organizaciones de trabajadores como la CNS (Central Nacional Sindical), grupos estudiantiles y organizaciones de pobladores e incluso con organizaciones y colectivos fuera del país a partir de acciones que reivindicaron la solidaridad internacional con Chile y otros países que cursaban procesos de resistencia.
La colección APJ aquí disponible, esta compuesta por piezas provenientes de los archivos personales de Havilio Pérez, Hugo Sepúlveda, Cucho Márquez y Claudia Winther. Esta colección incorpora afiches, obras gráficas, fotografías de murales, escenografías y acciones directas, así como registros de procesos de producción, matrices, borradores e impresiones preliminares que dan cuenta de la trastienda. Nos parece especialmente relevante abrir espacio esta cocinería que pemite sacar a la luz las dislocaciones técnicas, es decir, la experimentación e intervención de tecnologías gráficas que les permitieron probar nuevas visualidades, economizar costos y aumentar la seguridad de sus acciones.
La selección de las piezas fue realizada con el propósito de dar cuenta de la trayectoria y del amplio espectro de trabajo de la agrupación, estos es en consideración de sus contrapartes, temáticas, estilos gráficos y técnicas de creación y reproducción. La digitalización de esta colección proviene del proceso de elaboración del libro “Resistencia Gráfica. Dictadura en Chile. APJ-Tallersol” escrito por Nicole Cristi y Javiera Manzi, donde se dio predominancia al quehacer gráfico de la agrupación, así como también de la digitalización realizada por Cucho Márquez. La catalogación de cada afiche y los registro contenidos en esta colección son parte de una extensa investigación de archivos y testimonios orales en colaboración activa y cómplice de algunos de los integrantes de la APJ, principalmente Havilio Pérez y Cucho Márquez.