Duelo

Cira Moscarda construye un archivo en el cual compila su escritura, sus trazos, y la escritura y el trazo de Alfredo Seppe. Para Moscarda, Seppe no era sólo un alumno más. Era el elegido, la persona con la cual ella podía desplegar pensamiento y afecto. Cuando muere, no se le permite asistir a ningún ritual fúnebre. Ella queda al margen de todo tránsito. Tras su muerte, el duelo de Cira Moscarda fue también un duelo textual. Textos poéticos dan cuenta de una melancolía profunda frente a la ausencia de su amigo e interlocutor. Aquí, la poética de Moscarda parece querer prolongar las imágenes con las que identificaba a Seppe (y con las que él mismo se identificaba): referencias clásicas sumergen el discurso en una atmósfera épica.

En esa construcción que supone el archivo se suspende un duelo. Diferenciamos duelo y melancolía: “(…) el duelo designa el proceso de superación de la pérdida en el cual la separación entre el yo y el objeto perdido aún puede llevarse a cabo, mientras que en la melancolía la identificación con el objeto perdido llega a un extremo en el cual el mismo yo es envuelto y convertido en parte de la pérdida.” (Avelar, 1999, pág. 19). 

Cira acoge un archivo y lo integra al suyo propio, lo convierte uno. Aloja un fragmento de escritura –casi como operación metonímica- y lo encripta en esa gran alegoría que podría llegar a ser este archivo. En este caso podría ser una suerte de construcción alegórica debido a la noción de residuo. Son los “(…) fragmentos que hacen duelo por una totalidad perdida.” (Avelar, 1999, pág. 21). 

Cira desplaza su propio duelo y lo convierte en archivo devenido cripta, ésta entendida como “(…) la manifestación residual de la persistencia fantasmática de un duelo irresuelto.” (Avelar, 1999, pág. 21) .

Este archivo retorna de manera persistente a saldar una cuenta, la de un duelo irresoluble quizá, o la deuda de una construcción fantasmática que no se queda ni se va y que gusta descaradamente de permanecer en los umbrales.

Lia Colombino